Electricidad más barata en los pueblos afectados, solución de las eléctricas para reducir el rechazo a las renovables
“Renovables sí, pero no así”. El lema ha proliferado
en los últimos meses en concentraciones en los entornos rurales y en las
ciudades. La apuesta por la descarbonización es ampliamente compartida por
partidos políticos y sectores sociales, salvo por las posiciones de extrema
derecha y de un reducido sector de negacionistas del cambio climático, pero el
modelo de implantación de renovables de forma masiva está generando numerosos
conflictos territoriales. El marco, acelerado en España por los fondos europeos
impulsados tras la pandemia y avivado con la escalada de precios provocada por
la guerra de Ucrania, ha derivado en una paradoja: ecologistas manifestándose
contra medidas para paliar el cambio climático.
En los últimos meses han proliferado las plataformas
de rechazo a las macroplantas fotovoltaicas y parques eólicos, que se
concentran semanalmente en algunos puntos del interior y queElec han levantado
protestas en algunas ciudades. El activismo contra el cambio climático convive
con un activismo contra proyectos de gran calado, que esconde una gran
complejidad en su casuística. Las agrupaciones que rechazan el modelo que
impulsa el Gobierno central, consideran las instalaciones un ataque al
territorio, tanto desde su valor paisajístico como cultural, pese a que algunos
cuenten con informes favorables de impacto ambiental.
Para abordar la transición ecológica y el cambio de
modelo, los expertos coinciden en que la transición energética a través de la
tecnología solar fotovoltaica es la más rápida. Permite también un modelo más
democrático y participativo y en España, por su orografía y las horas anuales
de sol, es una energía más aprovechable. El impacto ambiental es menor que el
de otras tecnologías, es necesaria para cerrar las centrales nucleares y
contribuiría a la reducción de la dependencia exterior, pero, por mucho empeño
que pongan los expertos, el mensaje positivo no siempre cala.
Entre quienes se oponen a los macroproyectos que
cuentan con evaluaciones ambientales favorables hay variedad de grupos. En el
marco de los ecologistas se encuentran algunas posiciones anticapitalistas, que
consideran los desarrollos masivos de renovables como un negocio más de grandes
empresas que se están reconvirtiendo, o los decrecentistas -a menudo vinculados
con los colapsistas en términos peyorativos, en referencia a una vertiente que
augura un colapso económico fruto del crecimiento excesivo del sistema- que consideran
que la respuesta al cambio climático es una reducción del consumo y la
producción y ven en la transición energética un cambio superficial, no de
fondo. A estas posturas se suma el rechazo de una capa de población desde
posturas identitarias, a menudo vinculada con los municipios de interior donde
se proyectan estas plantas. Incluso en algunos casos se ha llegado a
contraponer el modelo energético con la soberanía alimentaria, pese a que
España tiene un modelo exportador, a que aumentan las tierras abandonadas y a
que gran parte del territorio agrícola va destinado a los cultivos
industriales, vid, olivo y alimentación para ganado / LEER NOTICIA COPLETA
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