Se hizo la luz dos años después y Titaguas seguía siendo hermosa
Seguramente no hay mejor toma de pulso a esta normalidad social post-pandemia que la recuperación, sin restricciones, de las fiestas más tradicionales de nuestro territorio.
Dos años después, la Noche de
las Velas volvió a traer la magia al Alto Turia iluminando las calles y rincones
de Titaguas en una fiesta esperada como pocas.
Los titagüeños se volcaron, este año más si cabe,
para adornar su pueblo y recibir a los miles de visitantes que no quisieron
faltar a la cita con “la noche más bonica del año” y disfrutaron de los
conciertos al aire libre y las proyecciones en un recorrido para paladear con
calma, como se recorre un museo de arte, efímero eso sí, pero que transporta a
tiempos pretéritos.
Las creaciones, como cada año, ofrecen un guiño a la
actualidad informativa, y como no podía ser de otra manera, la guerra de
Ucrania y los llamamientos a la paz protagonizaron algunas de las composiciones
principales.
En la previa diurna, grandes y sobre todo pequeños
pudieron disfrutar de talleres y visitas turísticas al municipio.
Eso sí, tal era la expectación porque Titaguas
volviese a levantar el telón de esta mágica noche de julio, que hasta la lluvia
(la que no se ve desde hace semanas en la comarca) no quiso perderse la cita a
lomos de una poderosa tormenta.
No seremos nosotros quien la rechacemos con la falta
de hace. Incluso así, Titaguas sigue siendo hermosa.
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