Titaguas, 6000 a.C.
+ TURIA | Un paseo por la Ruta de las Pinturas Rupestres de este municipio del Alto Turia
Media hora de camino para viajar de un tiempo a
otro, a esta Titaguas 6.000 a.C. donde aquellos primeros pobladores dejaron sus
impresiones, sus retos, preocupaciones y esperanzas pintados en ocre sobre una
vieja pared de roca viva.
También el camino, en su clave más etnográfica,
va preparando la visita al pasado, caminando lentamente por los siglos, del
Calvario imaginado sobre estaciones a la vieja calera donde los abuelos
preparaban el blanco de las fachadas.
Enclavada en la pared, a la vista del llano de
Titaguas, el abrigo rupestre del Tío Escribano parece avizorar la vida que a
sus pies pasa lentamente, mansamente. Quien imaginó, o ideó el nombre para este
canchal, seguramente no pudo estar más acertado. Pues el Escribano que puso el
alma en las palabras de ocre quiso dejar la impronta de lo que eran, más allá
de rostros, de cuerpos, sintetizados algunos hasta el trazo infantil.
Descubiertas en 1983 por Francisco Moreno las
pinturas rupestres de Titaguas tienen una antigüedad aproximada de unos 8.000
años. Fueron creadas durante el período Neolítico y representan un buen ejemplo
de lo que se conoce como Arte Rupestre Levantino, figuras esquemáticas, en
algunos casos, sobre en las figuras humanas, apenas trazos cruzados. Escenas de
caza, con toros, ciervos, quizás algún caballo… sobreviven al paso del tiempo,
últimos representantes de lo que sin duda fue un mural más amplio. Escenas que
en sí mismas, representan el paso de aquellos tiempos: el gran ciervo, muy
natural, sería la pintura más antigua, las escenas de caza son posteriores,
mientras que las figurillas humanas más esquemáticas representarían una última
fase. Todas ellas creadas a base de pintura hecha con tierra y minerales con
disolventes grasos.
No es un abrigo que fuera utilizado como
residencia fija, sino, tal vz, una especie de santuario, protector desde las
alturas hacia los llanos de Titaguas, aunque existen en el lugar signos
inequívocos del paso del hombre por allí. Buena parte del abrigo, incluida la
covacha posterior, están ennegrecidos de hollín, fuego de diferentes
generaciones que pasaron por aquí y se refugiaron. Hollín que seguramente ha
ocultado para siempre otras muestras rupestres.
El Rincón Rupestre del Tío Escribano en Titaguas
está protegido gracias al programa de yacimientos arqueológicos de 1996 y a la
iniciativa europea Leader III.
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