Un estudio revela nuevos datos sobre cómo se produjo la riada del 57 y analiza qué pasaría en la actualidad
+ TURIA | El nuevo
cauce del Turia y el embalse de Loriguilla evitarían la primera onda en caso de
producirse una acumulación de agua similar
Investigadores de la Universitat Politècnica de
València (UPV), pertenecientes al Instituto de Ingeniería del Agua y Medio
Ambiente, han realizado un trabajo que permite mejorar el conocimiento de la
riada de Valencia de 1957, de la que se cumplen ahora 59 años. La principal
innovación reside en que el estudio se ha llevado a cabo desde el punto de
vista hidrológico y sedimentológico, algo que no se había hecho hasta estos
momentos. Sus conclusiones se publicarán en el próximo número de la revista
'Ingeniería del Agua', informa la institución académica en un comunicado.
El trabajo - desarrollado por Cristina Puertes y
el director del IIAMA, Félix Francés- analiza además las posibles consecuencias
de un evento similar, teniendo en cuenta el cambio de usos del suelo,
especialmente el incremento urbano en la parte baja de cuenca, y las medidas
actuales frente a inundaciones de la ciudad.
Entre sus conclusiones constatan cómo la
construcción del nuevo cauce del Turia y la finalización del embalse de
Loriguilla "permitiría almacenar todo el volumen de agua proveniente desde
aguas arriba, en el caso de la primera onda, y evitaría que se reprodujera un
suceso de tales dimensiones, a pesar del incremento de superficie urbanizada en
las partes media y baja de la cuenca", apunta Félix Francés, director del
IIAMA.
Para el estudio hidrológico y sedimentológico,
Cristina Puertes analizó detalladamente la reconstrucción del hidrograma de la
crecida realizado por Cánovas en 1958 a partir de los niveles observados en el
Puente del Real.
Asimismo, también estudió la información
proporcionada por los encargados de las centrales hidroeléctricas que al encontrarse
en servicio y ser sorprendidos por la avenida, "se convirtieron en
testigos, obteniendo los niveles alcanzados por las dos ondas de crecida en
algunos puntos de la cuenca" indica Cristina Puertes.
Como resultado de este estudio se constató
mediante la modelación realizada que el hidrograma estimado en 1957 es
coherente con las lluvias registradas, ya que existían serias dudas sobre su
fiabilidad. Es más, esta coherencia sólo era posible si se incluyen en la
modelización la erosión, transporte y deposición de los sedimentos de la
cuenca.
En su estudio, el modelo hidrológico y del ciclo
de sedimentos que empleó fue el software TETIS, desarrollado por el Grupo de
Investigación de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA) del IIAMA desde
1995. De este modo, el modelo hidrológico se implementó en el estado actual de
la cuenca (1990-2013) tanto a escala horaria como diaria y se aplicó en el
evento de 1957, con los cambios necesarios respecto de las infraestructuras
(embalse de Loriguilla y Nuevo Cauce del Túria) y de los usos del suelo para
tener en cuenta el menor grado de urbanización de aquella época.
En las conclusiones del trabajo, la
investigadora del IIAMA-UPV apunta que, aunque las precipitaciones de los días
11 y 12 no fueron de gran intensidad, "sí que contribuyeron a aumentar la
escorrentía, dejando el terreno prácticamente saturado". Así, es la tarde
del día 13 cuando se desencadena el régimen tormentoso que se prolonga hasta la
noche.
En el estudio, se destaca además la importancia
de la estructura espacio-temporal de la precipitación de los días 13 y 14, así
como el desplazamiento noreste del epicentro de la tormenta, que provocó que
las aportaciones de los afluentes al cauce principal fuesen acumulándose.
"Todo esto provoca que el cauce se desbordara a su llegada a la ciudad al
no poder desaguar tal cantidad de agua", indica la investigadora.
Esta avenida extraordinaria se produjo como
consecuencia de lo que se conoce como un "proceso convectivo de
mesoescala" que afectó fuertemente a la cuenca media y baja del río Turia,
con precipitaciones superiores a los 100 mm en 24 horas. Estas causaron una
primera onda de crecida que llegaba a Valencia a las cuatro de la mañana del
día 14 con un caudal máximo de 2700 m3/s (metros cúbicos por segundo), y una
segunda onda de crecida que llegaba a las dos y media con un caudal máximo de
3700 m3/s. Estos dos desbordamientos dejaron la ciudad sumida en la catástrofe,
con 81 víctimas, miles de damnificados y cuantiosos daños materiales.
Actualmente no tendría lugar
Sin embargo, Cristina Puertes asegura que
actualmente no tendría lugar este suceso ya que las medidas adoptadas
permitirían que la mayor parte del volumen transportado por la primera onda
"se almacenase en el embalse de Loriguilla", mientras que la segunda
onda de crecida llegaría al "Nuevo Cauce del Turia, que dispone de una
capacidad de evacuación de 5000 m3/s".
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