Más de la mitad de los almendros valencianos están afectados por la plaga de la avispilla
La Unió de Llauradors calcula pérdidas de más de 4 millones de euros para los agricultores
LA UNIÓ de Llauradors alerta del peligro de la expansión de la plaga de la avispilla del almendro que, según un estudio que han elaborado los servicios técnicos de la organización, afecta a unas 51.000 hectáreas de cultivo, el 55% de la superficie de la Comunitat Valenciana, causando ya hasta la fecha unas pérdidas de alrededor de 4 millones de euros.
LA UNIÓ destaca que unos 3,1 millones de euros corresponderían a pérdidas
directas en producción y los restantes 900.000 euros al aumento de los gastos
fitosanitarios necesarios para minimizar los daños.
Esta plaga, considerada como una de las más
importantes que afectan al almendro, está presente ya en todos los países
mediterráneos, extendiéndose de este a oeste. En Francia se detectó por primera
vez en 1981, mientras que la primera detección en territorio español es de
julio de 2010 en Castilla-La Mancha, en la zona de la Manchuela. Desde entonces
su expansión ha sido imparable: en 2015 llegó a Aragón, en 2016 a la Comunitat
Valenciana, en 2018 en Murcia y en 2019 en Catalunya. En la Comunitat
Valenciana la avispilla se detectó por primera vez en las comarcas del Valle de
Ayora-Cofrentes y Utiel-Requena, limítrofes con la provincia de Albacete donde
se había detectado en 2010. En estos momentos su presencia se sitúa ya en las
comarcas alicantinas del Alto Vinalopó, Vinalopó Medio, l'Alacantí, Marina
Baixa, l'Alcoià; en la castellonense del Alto Palancia; y en las de Valencia:
Hoya de Buñol, Ribera Alta, Vall d’Albaida, y los términos municipales de
Moixent y la Font de la Figuera, en la comarca de la Costera.
Castilla-La Mancha es la comunidad más afectada en
España con el 40% del total de almendros afectados, seguida de la Comunitat
Valenciana con el 26%, Aragón con el 18%, Murcia con el 14% y Catalunya, con el
2%.
Dificultad en
detectar el inicio de la plaga
La Eurytoma amigdali es una avispilla de color negro
de unos 7-8 mm de longitud. Las larvas son de color blanco al principio y van
cambiando a grisáceo. La oruga pasa el verano y el invierno en el interior de
la almendra, alimentándose de ella hasta que, tras crisalidar, sale al exterior
en condiciones normales entre mediados de marzo y principios de abril.
Los frutos afectados, con la larva en su interior,
permanecen en el árbol tras la recolección con un aspecto deshidratado,
grisáceo y de menor tamaño que los frutos sanos. Estos síntomas son fácilmente
detectables. Es muy importante, con el objetivo de reducir la siguiente
generación y aprovechando su fácil detección, retirar, antes del comienzo de la
brotación, todas las almendras afectadas y destruirlas, evitando de esa forma
que las larvas se transformen en adultos en primavera.
El seguimiento de la plaga, debido a la ausencia de
una feromona que permita conocer con exactitud el ciclo biológico, es muy
complicado, por lo que, en la actualidad, los estudios se centran en detectar
con la mayor precisión posible el comienzo de la emergencia de los primeros
adultos.
El cálculo del momento exacto es trascendental ya
que el periodo del tratamiento fitosanitario es muy corto y se ha de actuar
antes de que las hembras hagan la puesta, ya que la realizan rápidamente
después de emerger.
El gran peligro de esta plaga, según remarca el
responsable del sector de frutos secos de LA UNIÓ, Ricardo Beltrán, es
precisamente la falta de coordinación y el hecho de que no sirve solo con el
tratamiento y control de forma individual. “Si mi vecino de parcela tiene los
almendros abandonados o no actúa ante la avispilla, de nada sirve mi esfuerzo y
las inversiones que haga en tratamientos. Por ello es muy importante eliminar
los almendros afectados de los campos abandonados y también de las cunetas de
las carreteras”, señala Beltrán.
La UNIÓ reclama a corto plazo, mientras no se logre
el control y la minimización de daños, un paquete de ayudas directas a los
productores afectados que compensen las pérdidas económicas provocadas por una
plaga foránea.
Asimismo también plantea a las distintas
Administraciones que coordinen un plan de actuación conjunta que permita el
control, la disminución de daños y evite su expansión mediante una serie de
actuaciones como el cumplimiento de la Ley 43/2002, de 20 de noviembre, de Sanidad
Vegetal que establece la obligación de los particulares de vigilar el estado
fitosanitario de sus cultivos, así como la mejora de los protocolos de
actuación para el control en las zonas afectadas y un incremento del
presupuesto para líneas de investigación de soluciones biotecnológicas.
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