Senderos de la memoria: la ruta Aras–Sesga revive el antiguo camino hacia el Rincón de Ademuz
Un grupo de senderistas rememora los trayectos históricos que durante décadas unieron a pie Aras de los Olmos con las aldeas del Rincón, antes de la llegada de la carretera y el puente de Santa Cruz de Moya
La ruta realizada el pasado
fin de semana por senderistas de Aras de los Olmos y miembros del Club de
Montaña se convirtió en un viaje emocional hacia un tiempo en el que alcanzar
el Rincón de Ademuz era un desafío lleno de pasos, polvo y madrugada.
Tal como describe la
agrupación Aras Convive, el recorrido, que unió Aras con Sesga atravesando
montes, barrancos y antiguos pasos ganaderos, evocó los años en los que la
Compañía Hispano-Chelvana llegaba únicamente hasta Aras y los viajeros debían
continuar a pie hacia las aldeas más remotas.
Un camino que
antes era supervivencia
Hasta mediados del
siglo XX, llegar desde Valencia al Rincón era una auténtica odisea. La
carretera apenas existía y se abrió por tramos a lo largo de décadas hasta que,
en los años sesenta, la inauguración del Puente de Santa Cruz de Moya sobre el
Turia permitió conectar por fin estas tierras con el exterior. Mientras tanto,
quienes necesitaban llegar a Sesga, La Puebla de San Miguel o Casas Bajas se
veían obligados a dormir en fondas improvisadas y continuar a pie al alba,
siguiendo sendas de pastoreo y barrancos que hoy forman parte de la memoria
colectiva del territorio.
Una ruta para
escuchar la historia bajo los pies
El grupo de
senderistas inició la jornada antes del amanecer, subió al Mompedroso y
descendió hasta el río Arcos, que cruzaron para alcanzar el rento de Orchova.
Desde allí retomaron la ascensión entre carrascas, pinos negrales y antiguas
estructuras como caleras y carboneras que aún hoy se mantienen en silencio
entre la maleza. Cada tramo del camino revelaba huellas del pasado: pasos ganaderos,
sendas abiertas a base de esfuerzo y pequeños vestigios de una vida vinculada
al paisaje.
El murmullo del viento
entre las hojas acompañó a los caminantes durante el recorrido, un sonido que
muchos describieron como un eco de los viajeros que, décadas atrás, avanzaban
cargados con maletas, provisiones o esperanzas de futuro. Para los
participantes, la ruta fue también una forma de descubrir la identidad del
territorio a través de sus caminos más antiguos.
El paisaje que
permanece y un territorio que sigue latiendo
Al finalizar el
recorrido, la reflexión fue unánime: han cambiado los tiempos, las formas de
viajar y las comodidades, pero el paisaje permanece intacto, y con él el latido
profundo del Rincón de Ademuz. Amar este territorio también significa
recorrerlo, conocerlo y preservarlo, como señalaron los organizadores al
concluir la jornada.
La ruta culminó en La
Puebla de San Miguel, donde los senderistas compartieron una caldereta de
cordero que puso el broche final a un día de historia, esfuerzo y convivencia.
Entre agradecimientos y anécdotas —incluida la historia de la maleta contada
por César— quedó claro que esta experiencia no será la última.
Un homenaje a
quienes caminaron antes
La actividad, guiada
por Sátur y celebrada con entusiasmo por todos los participantes, sirvió como
homenaje a generaciones que hicieron esos mismos trayectos no por ocio, sino
por necesidad. Senderos de memoria que hoy se recorren con admiración y
respeto, conscientes de que cada paso forma parte de una historia mayor.

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