La Diputació homenajea a los alcaldes y alcaldesas en la conmemoración de sus 210 años de historia

La Diputació de València aprovechó la conmemoración de sus 210 años de historia para rendir homenaje a los alcaldes y alcaldesas de la provincia, a los que el presidente de la institución, Toni Gaspar, agradeció su “complicidad y confianza”, así como el trabajo realizado en tiempos de policrisis en los que “han velado por sus pueblos haciendo frente a una pandemia, un confinamiento, la hiperinflación y los peores incendios, así como danas, glorias y filomenas”.

Los responsables locales fueron los grandes protagonistas del acto celebrado en la tarde del martes en el CaixaForum de València, que desembocó en la presentación de la nueva imagen corporativa de la Diputación, con el lema ‘Per sempre pobles’. Un guiño más a los valores del municipalismo que defiende y transmite la institución provincial y que constituyen la base de la gestión de la propia Diputación, “la que quieren los alcaldes y alcaldesas de cualquier color y condición”.

Una corporación modernizada que, en palabras del presidente Gaspar, trata de ser “más justa, transparente y eficiente”. Pero quienes hablaron de los valores del municipalismo, de lo que supone vivir en un pueblo y de lo que les aporta la Diputación fueron los propios alcaldes y alcaldesas, en un acto cuyo relato giró en torno a los versos del escritor y periodista valenciano Vicent Andrés Estellés y la ‘veu dels pobles’.

Esos guardianes despiertos para todos, paridos para velar en la larga noche de sus pueblos, como relataba Estellés en su poema, hablaron de raíces, identidad, esencia, proximidad, esfuerzo y orgullo como valores de un municipalismo que debería inculcarse “desde las escuelas”, donde se puede aprender a valorar los recursos de los entornos rurales. “Con los servicios del día a día cubiertos y una calidad de vida muy diferente a la de las grandes urbes, en pocos lugares se puede encontrar esta maravilla”, aseguró el alcalde de Venta del Moro, Luis Francisco López Yeves.

Desde un punto de vista práctico, el emprendedurismo y la posibilidad de teletrabajar se suman a la cercanía y la humanidad que ofrecen estas localidades. “Los negocios en los pueblos prosperan”, afirma Ángel Pérez, alcalde de Zarra, ya que “si montas una tienda en un pueblo de 400 habitantes, todos vamos a ir a esa tienda; son 400 clientes que vas a tener”. Para Ángel Pérez, “la mejor red social que existe es el boca a boca”.

Y de eso, de facilitar las relaciones, saben mucho en los pueblos. “La capacidad de acogimiento de la gente, la relación de todos con el que viene es algo que se echa de menos cuando vas a la ciudad”, confiesa la alcaldesa de Tuéjar, Josefina Herrero, orgullosa de la historia, las tradiciones, la cultura y los valores de su pequeña comunidad, como el resto de alcaldes y alcaldesas.

‘Estaràs despert per tots’

La gestión en los pueblos dista mucho de las grandes urbes y también del proceder de las grandes administraciones. “No es lo mismo escuchar directamente a las personas que saber de sus problemas a través de un papel. Se ha burocratizado tanto la relación con los ciudadanos que a veces es difícil para ellos contactar con la Administración”, explica Carolina Mas, alcaldesa de Bolbaite, quien tiene muy claro este valor del municipalismo y también que los jóvenes “somos los que tenemos que pelear por nuestros pueblos y no esperar a que los demás hagan cosas por ti”.

“Estarás despierto por todos”, decía Estellés en su poema de exaltación del mundo local. El alcalde de Benifairó de les Valls, Toni Sanfrancisco, lleva la literatura a la práctica con un hecho cotidiano: “me han llegado a las cinco de la madrugada porque había una fuga de agua en una casa, y tú mismo te levantas para cerrar la llave general de paso. Los problemas de tus vecinos son tus problemas y te afectan directamente”.

La alcaldesa de Bétera, Elia Verdevío, pone el acento en el “consenso” que a nivel local se convierte en una especie de dogma de fe, en la línea del alcalde de l’Alcúdia de Crespins, Pepe Garrigós, quien desecha las etiquetas políticas a la hora de ayudar a los vecinos. “Aquí la política es más el día a día, el contacto con la gente”, sentencia Mª Dolores Ortolá, alcaldesa de Sempere, el municipio menos habitado de la provincia con apenas 23 personas en el censo.

Luego está la política de luces largas, la que no mira solo a la repercusión que puede tener la gestión a lo largo de la legislatura. “El trabajo al frente de un ayuntamiento no termina después de los primeros cuatro años, es un camino largo para mejorar realmente el pueblo que queremos dejar a nuestros hijos y nuestros nietos, porque sino lo van a pasar muy mal”, considera el alcalde más veterano, Josep Almenar, desde Picanya.

El papel de la Diputación

En estos momentos “sería imposible desarrollar todos nuestros proyectos si no contáramos con los recursos de la Diputación, tanto con ayudas económicas como en asesoramiento técnico”. La reflexión de Teresa Hernández, alcaldesa de Siete Aguas, la comparten responsables locales de cualquier color y condición. Cuanto menor es el municipio, mayor la dependencia de la institución provincial: “¿Qué haríamos en Sempere con los 42.000 euros de presupuesto, si no fuera por la ayuda de la Diputación?”

El respeto por la autonomía municipal es otro de los cambios en la gestión que valoran los alcaldes y alcaldesas. “El ayuntamiento es el que conoce las necesidades de sus vecinos y la Diputación nos permite invertir las ayudas donde nosotros decidimos, a diferencia de otras subvenciones que pueden estar teledirigidas”, comenta Pura Atienza desde Manuel. Y, por supuesto, esa cercanía incondicional de la que habla Elia Verdevío desde Bétera: “Descolgamos el teléfono y en seguida nos han atendido”. En resumen, que como dice el alcalde de Zarra, Ángel Pérez, la Diputación “funciona muy muy bien, y es algo que nunca debería desaparecer”.

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