Peña Cortada: el mayor acueducto romano de la Península Ibérica
+ TURIA | El arqueólogo de la UPV, Miquel R. Martí
Maties, presenta en el VI Congreso Internacional de Ingeniería Romana sus
conclusiones sobre la infraestructura serrana | Sostiene que el acueducto
alcanzaba el centro de Valencia y fue el origen de las acequias medievales de
la Huerta valenciana
El historiador
valenciano Pere Antoni Beuter fue el primero en preguntarse en 1538 a qué
poblaciones abastecería el imponente acueducto de Peña Cortada que atravesaba
las poblaciones valencianas de Chelva, Calles, Domeño y Tuéjar.
Los expertos de
la época, y de posteriores, discutieron, incluso, si en algún momento funcionó.
Cinco siglos después, el arqueólogo y doctor en arquitectura de la Universidad
Politécnica de Valencia Miquel R. Martí Maties, ha dado una respuesta en el VI
Congreso Internacional de Ingeniería Romana, celebrado en Santo Domingo de la
Calzada (La Rioja): estos tramos formaban parte del mayor acueducto levantado
en Hispania en época romana.
Un total de 98,6
kilómetros, tal como detalla el diario El País, que partían de un manantial de
la Serranía de Valencia, en Tuéjar, a 585 metros de altura, y que acababan en
el actual centro de Valencia, a nivel del mar. Es decir, los azudes y acequias
medievales de la huerta valenciana, son solo una adaptación, por tramos, de la
obra de ingeniería que diseñó Roma.
No obstante, esta
infraestructura de abastecimiento del siglo I d. C —que en principio tenía 93
kilómetros y que atravesaba terrenos poco estables— se desplomó por las
filtraciones de agua, en lo que ahora es el actual término municipal de Chelva.
Los ingenieros romanos decidieron entonces anular 6,4 kilómetros de su trazado
y añadirle otros 12 por zonas geológicamente más estables de las montañas
calizas, lo que le confirió una longitud final de 98,6 kilómetros. El derrumbe
en Chelva dejó un recto acantilado con la abertura del canal del acueducto, lo
que se conoce actualmente en la localidad como el Balcón del Diablo.
La monumental longitud
del acueducto valenciano lo convierte en el sexto más largo del mundo romano,
por delante del Aqua Marcia en Italia (91 kilómetros) o el de Colonia
(Alemania, de 95). Es, además, el primero de la península Ibérica y con 23
kilómetros más que el de Cádiz. Recorriendo su trayecto, los arqueólogos han
encontrado inscripciones romanas que “permiten leer”, explica Martí Matíes,
“los nombres de quienes bebían y vivían en las villas romanas conectadas con
tuberías o canales cubiertos”.
Pero los desplomes no
solo afectaron a Chelva, sino que sucedieron en otros lugares: “Esos tramos
desplomados, borrados, hicieron pensar que nunca se acabó y llevaron a algunos
a ofrecer alternativas novelescas del porqué no se finalizó”, añade el
arqueólogo. “La maldición de los desplomes no acabó, ya que en Gestalgar —donde
se encuentra el acueducto de Calicantos y que se creía inacabado—, los
desprendimientos de fragmentos tanto pequeños como enormes de roca, que aún
ahora suceden, debieron de traumatizar a los usuarios cuando estaba en pleno
uso el acueducto”, señala Martí Maties.
Con la caída del Imperio
ya resultaba imposible mantener la infraestructura dada su longitud y la
inversión requerida. Así que lo amputaron. Se conformaron con el trayecto que
se mantenía entre Vilamarxant y la capital valenciana. El agua ya no llegaría
del manantial original de Tuéjar, sino directamente del Turia. “Esto suponía
menos problemas técnicos y económicos y se aprovechaba la gradiente para el
curso del agua por gravedad”, dice Martí Maties.
El trayecto del acueducto de Valencia
Ya en el siglo VI,
Valencia se recuperó económica y socialmente de la crisis y surgió una nueva
arquitectura monumental. Los bizantinos, que buscaban cereal para
Constantinopla, reconstruyeron el acueducto valenciano con la colaboración de
la élite de la ciudad hispanorromana. Unos kilómetros en el interior, se
construyó una ciudad hispanobizantina, llamada Valencia la Vella (Ribarroja del
Turia) con murallas y torres, que será después conquistada por el rey visigodo
Leovigildo . El acueducto desde Vilamarxant la abastecerá.
En época árabe, Valencia
volvió a ser el centro.
En el siglo IX, la acequia de Rovella, reciclando el
canal romano, penetró directamente en la capital de manos de los musulmanes.
“La diferencia entre la hidráulica romana (pensada para consumo humano
especialmente) y la islámica es la que existe entre un buen cable oficial
grueso de la luz y las tomas ilegales de pequeños cables en un barrio (azudes y
acequias). Las acequias musulmanas, con el mismo canal o no, siguen el trayecto
diseñado por Roma. Por tanto, los árabes no inventaron el regadío hispano del
que ya hablaba el agrónomo gaditano romano Columela, ni las norias que eran
griegas. Roma fue la pionera como demuestra la existencia del acueducto,
adaptado por los bizantinos y visigodos y después por árabes y
cristianos", culmina Martí Maties.
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