La mala prensa de los pinares en España: un mito del ideario social
+ TURIA | La reforestación “express” de muchos
parajes con esta especie le ha granjeado a los pinos una “mala fama” que no se
corresponde con la realidad
Luis Alfonso Gil Sánchez | Catedrático
de universidad en el Departamento de Sistemas y Recursos Naturales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Es de dominio popular
que los pinos proceden de repoblaciones franquistas, que desplazaron a la
vegetación primigenia, que son alóctonos, que acidifican el suelo, que según
dónde tienen carácter invasor, que favorecen los incendios forestales. En
ningún país de Europa se ha atacado de forma tan inmisericorde a un género del
reino vegetal, excepción hecha del eucalipto.
Recibí afirmaciones como
estas siendo alumno de Biológicas, entre 1973-76, en Botánica, Geografía Física
o Fitosociología, impartidas mayoritariamente por farmacéuticos. Se explicaba
que los pinares, excepto los de alta montaña, eran obra de los ingenieros de
montes. Como alumno inmaduro abierto a toda novedad acepté este planteamiento
como verdad absoluta, dados el prestigio y la excelencia docente de sus transmisores.
Mi vocación entomológica
mutó al mundo de los árboles. También influyó mi paso por la Escuela de
Ingenieros de Montes, donde inicié mi duda sobre las opiniones previas. En sus
memorias, José Antonio Valverde, el biólogo promotor de Doñana, señala que la
selvicultura del profesor de la Escuela de Montes González Vázquez le enseñó
“lo que eran y dónde estaban los bosques ibéricos”. El libro me entusiasmó y me
dio la primera visión ecológica de España.
Durante 45 años en el
mundo científico, en los que he ahondado en la historia y ciencia forestal,
jamás he encontrado justificación a las afirmaciones vertidas a miles de
alumnos de Biología, de Ciencias Medioambientales o de escuelas de Agronomía.
Opiniones trasvasadas a estudiantes de secundaria y ecologistas. Y ahí siguen,
aunque en las aulas universitarias estén hoy matizadas. El desarrollo de la
paleobotánica ha evidenciado lo erróneo de negar la presencia natural y extensa
de nuestros pinares.
Alusiones a los pinos y paisajes empinados
¿Por qué el olvido de su
espontaneidad? La causa es su extinción local y regional desde la antigüedad.
El botánico griego Teofrasto (siglos III-IV a. C.) narra que el carbón procedía
de pinos especificando sus nombre en griego (pitys y peuke). El historiador griego
Plutarco (siglos I-II d. C.) menciona otro uso: “El pino (pitys), con sus
especies próximas (peukai) y el piñonero (strobiloi), proporcionan la madera
más apreciada para las construcciones navales y para calafatear con pez y
resina, sin ellas los barcos no serían utilizables en el agua”.
El naturalista Plinio el
Viejo (siglo I d. C.) alude a los pinos que producen pez con los nombres de la
época: pinus (es el pino piñonero), pinaster, picea, larix (se refiere al pino
laricio) y taeda (pino tea). San Isidoro de Sevilla comenta: “Hay un pino al
que los griegos llaman pítys y otro que denominan peúke, que nosotros conocemos
por picea porque destila resina (pix, picis)”. Picea aparece en nuestro Fuero
Juzgo en la ley sobre los que queman bosques.
En el siglo XIX, el
botánico Boutelou (1806), el ingeniero de montes Pascual (1859-61) y el
archiduque Luis Salvador de Austria comentan la infinidad de pinos que se talan
en Cuenca o Baleares para las ferrerías.
Como España es el
segundo país montañoso de Europa, en nuestro territorio abundan las laderas
empinadas, formando suelos poco evolucionados y rústicos, impropios de especies
exigentes, y abundan los rasos extensos.
Empinado es palabra de
formación romance con prefijo en- (latín in-) más un derivado de pino (pinus),
en su forma colectiva, pinar (pinetum). Cuando se redactan los primeros
diccionarios del español (Covarrubias, 1611), las montañas estaban sin pinos.
Según la RAE, la palabra empinado (inclinado) viene de empinar, cuando empinar,
en su sentido morfológico, alude a la cualidad de derecho del árbol. Resulta
curioso que, para la RAE, empinado derive de empinar, dado que implican lo
contrario: recto (para empinar) e inclinado (para empinado).
Pobres pinos, nuestros
ancestros los eliminaron y hoy los denostamos por inadecuados e invasores. |
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