Esperanza Cañete, la última mujer que nació en tierras del pantano
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Loriguilla rinde tributo este jueves, 8 de marzo, a las mujeres “anónimas” que
han contribuido a forjar la historia de este municipio valenciano
Cada 8 de marzo, Loriguilla conmemora el Día
Internacional de la Mujer, una efeméride que reivindica la igualdad de derechos
y que supone una oportunidad para señalar a mujeres referentes y también a
aquellas otras, anónimas, que también han contribuido a que la sociedad
evolucione. Un día como hoy, Loriguilla reivindica el papel desempeñado por sus
mujeres a lo largo de su historia.

«Las mujeres de Loriguilla somos muy trabajadoras
y muy familiares», comenta. «Gente acogedora, pacífica y noble», añade. Para
ella, hoy es un día más del calendario, algo habitual en poblaciones pequeñas
como ésta, donde las grandes movilizaciones tienen menos eco. Este año, además,
la fecha pilla a Loriguilla en plenas fiestas falleras.
Esperanza nació en la calle de la Morera, asistida
por don Ramón, el médico del pueblo. Proviene de una familia de picapedreros.
Su abuelo fue cantero y trabajó en la construcción de la presa, como su padre,
Fermín. «Mi madre era de Albacete y conoció a mi padre durante la construcción
del pantano de Benagéber. Cuando se terminó aquella obra, se fueron al de
Loriguilla», explica. La obra atrajo trabajadores de otras comarcas y regiones
y algunos, como sus padres, fijaron su residencia en el pueblo.
En la Serranía, las mujeres se dedicaban
especialmente a las labores domésticas, a sus familias y a ayudar en el campo.
Lo habitual en las zonas rurales. «Allí no había nada, todos trabajaban en el
campo o tenían animales» y no quiere ni imaginar cómo sería hoy la vida allí de
no haberse producido el traslado, de no haber cambiado lo rural por lo urbano.
«Aquí es mucho mejor, hay más oportunidades y calidad de vida. Vivimos bien y
con mucha tranquilidad», añade.
Con la inauguración del pantano el 27 de noviembre
de 1967, comenzó el éxodo de los algo más de ochocientos habitantes que integraban
el padrón municipal y que no culminó hasta marzo de 1968. El abuelo de
Esperanza fue realojado en las primeras casas, mientras que sus padres tuvieron
que esperar unos años. Durante ese impase vivieron en la Masía de Aldamar.
Habla de aquella época según lo que oyó en su casa
o le contaron, o según reflejan las fotografías que guarda, pero, aún sin
recuerdos, no olvida el pueblo viejo. Por eso, siempre que puede acude a las
romerías que se organizan cada año al embalse convertido hoy en un gran paraje
de turismo rural. Su trabajo en una empresa de Godelleta no le deja mucho
tiempo libre, pero es una mujer muy participativa. Forma parte de la Asociación
de Amas de Casa y también está muy vinculada a la Sociedad Musical San Juan Bautista,
que preside su hermano. «Siempre que puedo, voy a todos los actos que se
celebran en el pueblo, porque me gusta todo de Loriguilla», dice con mucho
sentimiento.
Ella es, como todavía muchos loriguillanos,
historia viva de aquella época. El pantano marcó la vida del pueblo, la de sus
habitantes y la de sus mujeres, «mujeres sencillas y muy trabajadoras»,
concluye.
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