…junto al Tyrius vivían los beribraces, gente agreste y feroz…
+ TURIA | Titaguas
celebra su primera Jornada Íbera para acercarse a la historia milenaria de la
Serranía valenciana
"Allí los beribraces, gente
agreste y feroz, apacentaban numerosos rebaños, alimentándose de leche y queso
espeso…"
Esta es la primera referencia, tardía eso sí, de
la que se tiene constancia acerca de los pobladores íberos de lo que hoy es la
Serranía valenciana y Alto Turia. Así describe a estos pobladores indígenas que
viven junto al Tyrius (el Turia actual) Rufo Festo Avieno, en su obra 'Ora
Marítima', escrita en el siglo IV d.C. (cinco siglos después de su
desaparición).
Una única referencia en las fuentes clásicas
(escritos generalmente viciados) para un amplio territorio íbero que, hasta
hace pocos años, era un 'vergel' arqueológico, supeditado en ocasiones a
extrapolaciones de la bien estudiada ciudad de Edeta (Llíria) cuya influencia
ha sido notoria no solo en los pueblos de alrededor sino en los recursos
institucionales puestos a disposición de su estudio.
Así lo explicaron con profusión este sábado
durante la Jornada Íbera celebrada en Titaguas, Josep María Burriel, arqueólogo
municipal de Moncada, y Juan José Ruiz, director del Museo Arqueológico de
Chelva, que desde hace unos años han invertido tiempo y recursos de manera
altruista por consolidar un mapa íbero de la Serranía. Un territorio amplio y
virgen que ha mostrado, a pesar de que queda mucho trabajo por hacer, un enorme
potencial arqueológico mostrando singularidades propias de una civilización de
la que culturalmente poco o nada ha llegado hasta nosotros no así a nivel
arqueológico.
Durante una ponencia de hora y media, y
acompañados por Carles Ferrer, conservador del Museo de Prehistoria de Valencia,
Burriel y Ruiz desgranaron poco a poco en la Sala de la Cultura de Titaguas una
época que, más allá de la leyenda, "es y debe ser un valor añadido a la
comarca".
Una charla desde "lo general a lo
particular", es decir, desde la explicación de esa 'civilización' ibérica
que se extendió desde Andalucía al sur de Francia durante medio milenio, desde
el siglo VI al I a.C. en tres fases de desarrollo (Antiguo, Pleno y Final) y
que tuvo en la expansión de Roma su muerte y absorción. Una civilización sin
unidad política pero tuvo unas constantes bien visibles, un pueblo guerrero,
regido por la aristocracia (a veces con monarquía vigente, como en Edeta, o a
través de un senado, como en Arse-Sagunto), que ofrecía cultos a la Naturaleza
y a una Diosa Madre con santuarios al aire libre y en cuevas, que practicaban
la cremación y cuya arquitectura es bien reconocible, tanto en sobrias
fortalezas como en pequeñas aldeas. Y una civilización que tiene un nexo común,
imprescindible para los arqueólogos actuales como sistema de datación, como fue
su cerámica e incluso su escritura, con un alfabeto silábico que aún está por
descifrar.
120 yacimientos íberos en la Serranía
Descendiendo de lo general a lo comarcal, ambos
arqueólogos se centraron también en los estudios realizados en la Serranía
valenciana, cuyos pobladores íberos vivían de la ganadería de ovicaprinos
vertebrando el territorio a través de caminos que seguramente hunden sus raíces
históricas miles de años atrás. En total son más de 120 yacimientos de época
ibérica 'plena' (del siglo IV al III a.C.) los que han podido estudiarse, con
mayor o menor profundidad en la comarca, desde la necrópolis del Carnoso en
Andilla (descubierta tras el incendio de 2012) hasta el espectacular Castillo
de la Cabrera en Titaguas, pasando por la cueva santuario de Domeño o el
impresionante Castellar de La Yesa, salvando las distancias, una especie de
"capital" íbera para el territorio serrano.
Yacimientos todos ellos en fase de estudio, que
muestran una actividad consolidada en el tiempo, superponiendo distintas fases
de poblamiento y que ponen de manifiesto la importancia de esta Serranía Íbera
que, como decimos, sale ahora a la luz intentando tomar consistencias más allá
de su adscripción (polémica) al reino edetano de Llíria.
Hasta nueve yacimientos en Titaguas
En lo que a Titaguas se refiere Burriel y Ruiz
hicieron un pequeño repaso de los hallazgos producidos en los últimos años,
mostrando un mapa de ocupación muy extenso y demostrando la importancia del
término municipal a nivel arqueológico. Así se realizó un acercamiento teórico
al Castillo de la Cabrera (que fue visitado en la actividad vespertina), el Corral
de Torres, la Loma de la Tejería, el Pico de la Lámpara, La Hocecilla, El Castellar,
El Hondón, La Masada y la Mailesa; nueva yacimientos de diferentes magnitudes e
importancia arqueológica, entre los que, a nivel local, destaca el primero de
ellos, la fortaleza de la Cabrera, construcción ciclópea y defensiva que aún
guarda muchos secretos por desvelar, ya que las prospecciones realizadas hasta
la fecha no han conseguido datarlo con exactitud debido a la ausencia total de
material cerámica (algo único y 'sorprendente' en un yacimiento de este tipo).
La charla matinal finalizó con las preguntas y
aportaciones, algunas de ellas muy interesantes, del público presente en el
centro cultural de Titaguas.
La primera parte de esta Jornada Íbera finalizó
en la Sala de Exposiciones Simón de Rojas donde Carles Ferrer detalló a los
presentes la muestra de Fotoibers, motivo y clausura de estas jornadas
históricas que cerraba sus puertas este sábado y que acerca al gran público (la
siguiente cita con la muestra fotográfica será durante el mes de junio en
Ademuz) los yacimientos íberos más importantes de la Comunitat Valenciana.
Excursión a la fortaleza íbera
Formando parte del cordón 'defensivo' que al
parecer tuvo en el río Arcos su frontera comarcal en época íbera, la
programación continuó ya por la tarde con la visita guiada al Castillo de la
Cabrera, fortaleza que debió ser una de las más importantes de la zona en época
íbera aunque, como decíamos, su datación aún es un misterio por resolver.
Los participantes, guiados por los expertos
arqueólogos, pudieron conocer de primera mano, y con las nociones previas de la
mañana, un yacimiento que presenta unas características peculiares, como son
sus inmensas defensas, con doble foso incluido y una visión panorámica de las
tierras que la circundan.
En definitiva una jornada para conocer de
primera mano la historia milenaria de la Serranía valenciana y también saborearla,
gracias al menú íbero preparado por un restaurante de Titaguas del que pudieron
disfrutar los asistentes al evento.
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