La Danza de los Leñadores o 'Llenyaters' de Vilamarxant
+ TURIA | El Día de Navidad el
grupo de danzas local volverá a rendir tributo a uno de los folklores más
antiguos del Camp de Túria
El próximo viernes 25 de diciembre, la localidad
de Vilamarxant volverá a disfrutar con una de las tradiciones de Navidad que
más conecta con el espíritu ancestral de la tierra. El Bar Musical acogerá, a
partir de las 9:30 h., la 'Dansa dels Llenyaters' o 'Danza de los Leñadores',
una antiquísima tradición que entronca con los viejos oficios de la localidad y
el folklore más profundo.
A continuación, el 'Grup de Danses i Llenyaters de Vilamarxant', encargados de hacer pervivir la tradición, iniciará desde el Musical el recorrido por el casco urbano del municipio del Camp de Turia.
A continuación, el 'Grup de Danses i Llenyaters de Vilamarxant', encargados de hacer pervivir la tradición, iniciará desde el Musical el recorrido por el casco urbano del municipio del Camp de Turia.
La Dansa dels Llenyaters también se baila el Día
de Reyes.
Los
leñadores de Vilamarxant
Artículo
publicado por Antonio Atienza Peñarrocha en 1995 en la Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz
En torno a la ciudad de Valencia existían
diversos centros dedicados a la producción de cerámica y de loza; producción
destinada al consumo de la propia capital y de su hinterland comarcano, y a la
exportación.
De estos centros, tres aún siguen en activo; Paterna, centrada en
la producción de alfarería "de basto", y de adorno, con motivos de
tradición morisca; Alaquás, de producción cacharrera para uso culinario -sus
habitantes reciben el mote de "peroleros"-; y Manises, con una
producción muy diversificada, atendiendo a la fabricación de piezas decoradas
tanto para uso diario como suntuario, así como de loza, o de azulejos pintados
que se denominan, significativamente, en valenciano, manise.
Para cocer en hornos —forns— toda esta
producción era necesaria una enorme cantidad de leña baja, de la ya citada
fornilla. A la búsqueda, cosecha y acarreo de este material se dedicaban
personas que, por carecer de tierras, no tenían otro medio de vida. Normalmente
eran jornaleros, labradores sin tierra, que asumían el oficio de carboneros o
de leñadores —llenyaters— de localidades situadas en el primer escalón
geológico que se levanta al salir de la huerta de Valencia y adentrarse unos
veinte kilómetros en el interior. Son tierras más montañosas y menos regadas,
aptas para cultivos de secano -olivo, vid, algarrobas, cereales-, que impelían
a sus habitantes a buscar un refuerzo a sus ingresos en las épocas de poco trabajo
agrícola. Sin embargo, aquellos que ni tan siquiera tenían asegurado su
sustento con una propiedad, recorrían los montes, desde Ribarroja hasta
Requena, recolectando monte bajo: aliagas -argilagues-, romero, botges,
coscolla o coscoja, llentiscle o lentisco, etc. Las matas se cargaban en
carros, y ésta era una labor muy meritoria, pues se aprovechaba el viaje
cargando el vehículo al máximo; la masa sobresalía de la caja del carro por
arriba, por detrás, y por delante, incluso "volando" por encima del
lomo de la caballería, pero sin tocarlo. A esta carga se le llamaba carretá.
Los leñadores de Vilamarxant abastecían a
Manises, diariamente, con diez o doce carros. No hace falta que señalemos al
lector la importancia ecológica que estos leñadores tenían: los montes estaban
limpios "como la palma de una mano", y antes los incendios forestales
"ni se conocían".
De paso, diremos que otra actividad de estos
leñadores era la producción de carbón vegetal, uno de cuyos centros más
importantes de redistribución era Lliria, al norte de Vilamarxant. Este carbón
se troceaba para uso doméstico, y se le llamaba moliná.
Sin embargo, el rendimiento económico de todo
este esfuerzo era poco, y los leñadores no salían de pobres.
'Els
Villancicos de Vilamarxant'
En Vilamarxant, a la fiesta que vamos a
describir se la conoce como "Els Villancicos", y está compuesta por
el itinerario que realiza la danza de los leñadores.
Antaño, la fiesta era mucho más ensayada que
ahora. Los leñadores que saldrían a cantar y bailar comenzaban dos o tres meses
antes del día de Navidad a ensayar en las tabernas del pueblo, por las noches.
La gente se congregaba para verlos y, aprovechando la presencia de los músicos,
la pretendida sesión de trabajo terminaba en fiesta. Como los taberneros estaban
interesados en la afluencia de público a sus locales, convidaban a los
bailadores a vino, a la bebida.
Al llegar la Nochebuena, bailaban al pie del
altar, tras la misa del gallo. Debe tenerse en cuenta que existía tradición, en
algunos pueblos, de cantar en esa misa del gallo un romance de ambiente
navideño denominado "El nacimiento", similar en contenido al canto de
Vilamarxant. Esta tradición aún se mantiene en la aldea de Villar de Tejas,
situada en la sierra del Remedio o del Negrete, entre Chelva y Utiel,
frecuentada por los leñadores.
Pero el día festivo por excelencia era el día de
Navidad. Sobre las ocho de la mañana o las nueve, músicos y bailadores se
reunían para desayunar en el "Musical", el bar de la Sociedad Musical
de la Banda de Música de Vilamarxant. El local hace esquina en uno de los
cruces de calles más concurridos de la localidad. Al acabar el refrigerio,
salían a la calle y allí mismo bailaban por primera vez. Después iban a casa
del Alcalde, para "pedir permiso", y allí volvían a bailar. El
Alcalde, por supuesto, les concedía el permiso, y les invitaba a pasar a su
casa, donde les convidaba a dulces y licores.
Después ya iban dando la vuelta
al pueblo, bailando, hasta que a las 12 de la mañana acudían a la puerta de la
Iglesia, para que la gente, al salir de misa, los viera. Iban recogiendo
"la voluntad", en metálico o especie, o bien se les convidaba a las
casas. Así, seguían bailando todo el día.
Al día siguiente, segundo día de Navidad, y
también festivo, se desplazaban a Manises para bailar allí, y por un lado
recoger más dinero, y por otro obsequiar —y ser obsequiados— bailando para los
ceramistas que les compraban la leña a lo largo del año.
Por cierto que en Manises, el día de inocentes,
se bailaba una danza de aire burlesco, la Dansa dels Arquéis —de los arquitos—
a cargo de hombres vestidos de pastorcitas. También recaudaban un dinero, que
luego invertían en una paella guisada y comida en la Masía del Racó, o la de la
Cova, en un ambiente de francachela. Esta noticia la debemos a D. José María
Moreno Royo, cronista de Manises. Es probable que se tratara de otra danza de
nivelación, pero la falta de datos no nos permite identificarla con seguridad.
Los comunicantes nos sitúan en la guerra civil
el inicio de la decadencia de la fiesta. Al terminar ésta, sólo se bailaba ya
medio día, y a partir de 1950 ó 1951, dejó de bailarse.
Un factor importante para esta pérdida —y que en
definitiva demuestra el trasfondo socioeconómico de la danza— fue el despegue
económico de la comarca. Las clases pobres, que hasta ese momento vivían de la
recolección de la leña, pasaron a trabajar en las industrias que se estaban
instalando en los aledaños de Valencia en especial en las localidades de Quart
de Poblet, Manises, Xirivella, Mislata, y la propia Valencia. Paralelamente,
loa hornos maniseros comenzaron a industrializarse, pasando a consumir gasoil
para la combustión, en vez de la leña tradicional. La propia labor de leñador
entraba en crisis.
Mientras tanto, en la comarca se había gestado
un proyecto de reconversión agrícola. La instalación de una red de regadíos y
la apertura de pozos, condujo a la sustitución de los cultivos de secano por el
naranjo. Este cultivo requiere una fuerte capitalización inicial, pero en
aquella época era muy rentable, además de que requiere unos cuidados muy
espaciados, los cuales se han visto favorecidos por los avances tecnológicos
-muy discutidos por los teóricos de la agricultura biológica- en herbicidas y
fungicidas. Vilamarxant cambió su economía hacía una agricultura capitalista,
con grandes inversiones y poca mano de obra -exceptuando la época de la
cosecha-. La población se veía empujada hacia la industria. De esta forma
desaparecía ese sector más desfavorecido de la población, y se privaba la razón
de ser de una danza de una fiesta, de nivelación social.
'La
recuperación de la fiesta'
En 1979, un grupo de amigos, ya mayores, que
habían conocido en su juventud la fiesta, decidieron impulsar su recuperación.
Esta se ha conseguido, pero la motivación de la misma ha cambiado radicalmente.
Ya no se trata de superar problemas sociales: ahora es una fiesta de identidad
local, con la cual los naturales de Vilamarxant desean reafirmar su
personalidad y su cultura.
Como ya es sabido, a finales de los setenta en
toda España se vive un interés hacia la recuperación del pasado etnográfico,
paralelo a la recuperación de la idea autonomista. Es un movimiento crítico
hacia el progreso de los sesenta que ha desembocado de manera brusca en una
dura crisis económica y social. La recuperación de formas y fiestas es paralela
a una búsqueda de identidad nacional tras la dictadura del General Franco, que
se da también a nivel político y religioso.
Volvamos a Vilamarxant. Este grupo de amigos: el
Sr. "Valero", el Tío "Ceba", etc. se dirigieron al último
bailador que recordaba algo de la Danza, el Tío Ramón. Aquí tenemos una lección
para algunos investigadores del folklore que quieren arrogarse unas
exclusividades sobre la recuperación de piezas, y que afirman que sin unos
estudios, una preparación, una "cultura"...no se puede hacer nada
serio: la voluntad, las ganas y el interés son más importantes que toda la vana
palabrería que muestran algunos folkloristas.
El Tío Ramón era muy mayor, y la memoria le
fallaba. Costó casi seis meses reconstruir danza, texto y música. Por fin, esas
navidades ya salieron a bailar, reproduciendo el ritual de almorzar en el
Musical, bailar a la puerta y pedir el permiso al Alcalde.
El fenómeno conmocionó a la localidad. El Sr.
Valero contaba cómo "salían las personas mayores a vernos, con una emoción...
mira, lloraban y todo; las abueletas, tenían un sentimiento al vernos...".
Aquello ya supuso la recuperación del baile,
pero no de forma continuada. Pese a la buena voluntad, habían causas mayores, y
a veces por problemas de salud, alguno de los cuatro bailadores no podía salir.
Finalmente, el Grup de Danses de Vilamarxant se hizo cargo de la
representación.
De esta forma se ha recuperado la tradición,
aunque algo alterado el ritual inicial.
SÍGUENOS EN FACEBOOK











Comentarios
Publicar un comentario