Sot de Chera : Alma de cal y piedra
+ TURIA | Solo un pueblo que
tiene el alma enfundada en piedra, cal y clorofila es capaz de resistir la
historia
Elevado como un blanco corsé sobre su peñasco,
vigilando el paso caudaloso del río Sot, el municipio de Sot de Chera ha visto
pasar el tiempo apegado a su alma encastillada, como si este, el tiempo se
entiende, no fuera con él.
En realidad lo tiene en cuenta, dan certeza de ello
las nuevas edificaciones que han ido apegándose a su vera, un poco apartadas,
como si fuera pecado arquitectónico su sola presencia.
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El viejo casco urbano de Sot de Chera,
arracimado alrededor de la fortaleza, evoca en el visitante los tiempos de las
taifas, de la Valencia mora, de la judía, a tal punto, que imagina uno al
caminar la mirada furtiva a través de la celosía, en ese ventanuco que asoma
mitad al cielo mitad a la rúa, por si vienen a rendir cuentas en nombre del
garrote.
También tiene el alma serrana de Sot, algo de
cal, de mampuesto y de clorofila; el blanco sobre piedra que alguien, iluminado
por los dioses seguramente, quiso adornar a golpe de maceta y tiesto. Imagina
uno a las mujeres de antaño, cántaro en la cabeza bajar al lavadero, a dar
pábulo a la historia del día, a quitar la grasas y restregones de ropas y
ajuares, jabón de manteca aparte, las imagina hablar a media voz, solo escarpada
la conversación por una risotada sacada al ristre de algún improperio u otras
picardías.
Repican las campanas, en lo bajo de la
parroquial, en lo alto de San Roque, llamando a misa, a hora, a San Antonio
Abad, a San Sebastián o a la Asunción veraniega, que a estos menesteres siempre
se arrima el espíritu al calendario, y su sonido va llenando cada rincón, desde
la Calle Barracas a la Plaza de Beltrán Segura, desde Juan de Juanes a la
Tejería, donde bajan los críos a cazar gamusinos junto a los molinos.
También huele a puchero, a caldo de serranía, a
gazpacho de pastor, a gachas migas, a ajoarriero, a mantecado para cebar la
gula.
Sot de Chera ha vivido sus avatares históricos,
guerras, paces y resignaciones, y de ello ha mantenido firme el espíritu, sonriente
en su valle de la alegría, porque solo un pueblo que tiene el alma enfundada en
piedra, cal y clorofila es capaz de resistir la historia y generarla al mismo
tiempo.
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